Reposando junto a las aguas

Caminando en las sendas que Dios nos ha preparado, me encontré con un hermano, el cual estaba cansado y me dijo:

“Si yo esta tarde pudiera estar debajo de un buen Arbol al frente de un río y cobijarme bajo su sombra, estaría muy reposado”.

Estas palabras del hermano eran muy ciertas, esa tarde hacía calor. En ese momento no pude brindarle una respuesta inmediata, pero el Espíritu Santo dejó ese sentir en mi corazón y me recordó un pasaje que estaba exhortando la noche anterior.

“Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.” (Jeremías 17: 7-8)

Nosotros como miembros del cuerpo de Cristo, estamos en un gran desierto y llegan momentos en que necesitamos un refrigerio. Ese clamor –como el del hermano- sale de nuestros corazones, es un reflejo de la búsqueda personal de una corriente de agua en donde reposar.

Buscamos agua porque tenemos sed –eso lo sabemos- y esto me lleva a una pregunta: ¿Qué agua estamos buscando?

Nuestro Señor Jesucristo nos dice en Juan capítulo 4 versículos 13 y 14:

“Cualquiera que bebiere de esta agua volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.”

“Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.” (Mateo 6:32)

Dios conoce que tenemos sed de muchas cosas, pero en nuestra desesperación buscamos saciar nuestra sed con otras aguas y nos olvidamos de la fuente de aguas de vida eterna que Jesucristo nos puede dar.

Es hermoso saber por la palabra, que si permanecemos en El podemos llevar fruto (Juan 15:5), si permanecemos cerca de sus aguas. Como miembros del cuerpo de Cristo, que podemos representarlo como un árbol; debemos mover nuestras raices y ramas hacia el gran río de agua viva (Ezequiel 47:1-6,8-9) y plantarnos como muchos hermanos en Cristo lo han hecho desde el principio (Ezequiel 47:7).

“Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina.” (Ezequiel 47:12)

¡Dios le bendiga!